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La triste actualidad reciente nos lanza a la cara un mal que, entre reducciones de presupuestos y una profesionalización siempre insuficiente, tendíamos a olvidar. No: la corrupción no es un mal segundario, no es un precio a pagar para flexibilidad o facilitar unas cosas: es un cáncer que impide el buen trabajo, Es un mal […]

La triste actualidad reciente nos lanza a la cara un mal que, entre reducciones de presupuestos y una profesionalización siempre insuficiente, tendíamos a olvidar. No: la corrupción no es un mal segundario, no es un precio a pagar para flexibilidad o facilitar unas cosas: es un cáncer que impide el buen trabajo, Es un mal mayor.

¿Por qué las entidades internacionales que comparan el desarrollo de los países se centran siempre mucho en la corrupción? No por unas maletas de billetes que al final no suponen un importe enorme en las cuentas de la nación, sino por que la corrupción prostituye totalmente la buena competencia. Un comprador corrupto dará el proyecto a una empresa por la maleta, y no por sus méritos. Y este es el enorme problema de la corrupción: no los 5 o 10.000 euros que se llevará tal comprador o intermediario (poco significativos en el coste total del proyecto), sino el hecho de que la agencia mala se lleve el proyecto. Y se hace un evento malo, Y la agencia mala sabe que preparar el sobrecito es más importante que hacer un buen evento, o que mejorar su equipo. La corrupción aniquila la buena competencia, y esto es un mal terrible.

Finalmente seamos cautos: la corrupción no son necesariamente maletas de billetes. Varias grandes empresas prohiben los regalos de Navidad para que nadie deba nada a ningún proveedor. Según ellas, unas buenas botellas de vino ya entran en el campo de la corrupción, es decir que puede alterar la selección de proveedores. Una visión excesiva, probablemente, pero cierto rigor no va mal para asegurar que los proyectos se elijan por méritos propios, y punto.

No nos equivoquemos: si Noos y Gurtel son ejemplos extremos de malversaciones de dinero, si transitan en este país y en este mercado sobres y maletas, la corrupción empieza mucho antes de esto. «Págame mis vacaciones en familia» ya entra en esta categoría aunque obviamente con una gravedad incomparable con «la maleta». Al final, concursos basados al 100% en méritos, en calidad, no dejan de ser la mejor manera de asegurar la calidad. Todo lo que nos aleja de esto va en contra de la mejora del sector.

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