¿Es hora de matar la sesión de ‘ruegos y preguntas’?
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El formato de Q&A a mano alzada ya se está cuestionando. De hecho cada vez más eventos permiten preguntas por una app o sistema de votación, con la idea de permitir que los introvertidos expresen sus dudas también (nunca levantaría la mano), evitar que las preguntas duren varios minutos de auto-promoción, y simplemente poder seleccionar las preguntas relevantes. No olvidemos que un asistente que hace una pregunta no relevante obliga a todo el mundo a escuchar una respuesta que no les aporta valor.
Además el Q&A deja fuera a la enorme mayoría del público. Un participante que hace una pregunta es la más mínima expresión de interacción que se pueda imaginar. Es solo una persona que pregunta y una persona que responde. No hay conversación. ¿Qué pasa con el resto de participantes? Todavía solo están escuchando. Significa que, de una reunión de 100 personas, solo el 1% ha estado involucrado. ¿No sería lo ideal implicar al 75% o incluso al 100%?
La dinámica que propone Vanneste es simple y se puede hacer de muchas formas. Una muy básica: la sesión se hace en una sala flexible en donde la gente pueda cambiarse de sitio y agruparse; tras una presentación de 10 minutos, el speaker introduce un tema de conversación, por ejemplo con una pregunta: ¿Qué encontraste interesante? ¿Qué has aprendido? ¿A qué lo vas a aplicar? El speaker (o mejor dicho en esta fase de su sesión, el facilitador) les da unos minutos para tener entre ellos una conversación sobre esta preguntas en grupos de seis o menos. Ya no existe una única conversación, sino multitud de conversaciones, donde incluso los introvertidos pueden participar. Tras estas, algunos grupos seleccionados compartirán su información y comentarios. La pregunta siguiente será: ¿Quién aprendió algo importante de otros participantes durante estas conversaciones? Este debate puede llevar un minuto o dos más. Vanneste calcula que puedes organizar fácilmente un C&I de tan solo 5 a 10 minutos, que puedes ir insertando en la sesión.
Se trata de una técnica sin misterio, pero puede provocar un cambio radical en una presentación, ya que hace que los participantes piensen, contextualicen, vuelvan a discutir, hablen, escuchen, comenten, etc. Cuando pasamos de una audiencia de 300 oyentes a una de 50 conversaciones, todos se sentirán más cómodos, porque los grupos serán pequeños, las ideas fluirán, los debates ocurrirán, habrá humor y ruido. Habrás conseguido una participación de más del 75% de tus asistentes.
C&I es aprendizaje. El debate, la contraposición de ideas, las historias, son generadores de un concomimiento o aprendizaje que se alimenta al reflexionar más sobre ese tema. El cerebro tiene más tiempo para transferir la nueva información de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo. Los participantes aprenden más dividiendo la información y teniendo más tiempo para procesarla, en lugar de centrarse solo en la presentación.
También mejora el networking. Las conversaciones en pequeños grupos permiten conocerse de forma más rápida y efectiva que en un coffee break, donde solemos juntarnos con quienes ya conocemos. Ser capaz de evaluar cómo alguien habla, escucha, responde, y en general interactúa en una conversación profesional, es una buena base para futuras conexiones.
En fin, matemos el Q&A tal y cómo se practica hoy, y nuestros eventos serán mejores.