La magia del circo envuelve la cena de Ferrovial
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Inmersa en un intenso proceso de expansión, Ferrovial debía hacer llegar el mensaje de unidad y espíritu de equipo entre todas sus divisiones. El reto se presentaba en plasmar esta idea en su cena de Navidad, una de las grandes tradiciones corporativas y que permanecía fiel a un formato clásico de discursos, cena de gala y una actuación de cierre.
Este año era el momento de sorprender con algo sorprendente y atrevido. El circo, un espectáculo y tradición que pervive de generación en generación, en el que el concepto de grupo y trabajo en equipo son una de sus señas de identidad. La otra es su capacidad de sorprender, divertir y hacer soñar.
Así que sin abandonar del todo las tradiciones, al fin y al cabo, una tarde en el circo es un must en la agenda navideña de cualquier familia, en este caso la «familia» de los empleados de Ferrovial, un total de 1.000 personas, acudieron al Palacio de Cibeles de Madrid para formar parte del espectáculo más grande del mundo. Un show continuo ambientado en el mundo del circo en el que los invitados se pasearon y se integraron de lleno en el espectáculo.
Pasen y vean el mayor espectáculo del mundo
Decenas de acróbatas, payasos y malabares recibían a los invitados y se paseaban ente ellos, divirtiéndoles con sus habilidades, mientras los camareros servían la cena-cóctel al millar de asistentes.
Un maestro de ceremonias, en la mejor tradición circense, animaba al público a participar en cinco pruebas muy especiales, cada una de ellas identificada con un valor corporativo de la compañía: innovación, respeto, colaboración, integridad y excelencia.
Una novedad más este año, para poder tomar parte de la tradicional rifa Navideña, los invitados debían pasar por estos cinco puestos especiales y realizar las pruebas, por ejemplo soplar pompas de jabón, mantener objetos en el aire o hacer bailar unos aros. Sólo entonces recibían su papeleta especial para el sorteo.
La urna y la «mano inocente» se sustituyeron por toda una actuación circense. Todas las papeletas de los participantes se pegaron a una gran ruleta giratoria y, a la voz del maestro de ceremonias un lanzador de cuchillos, con los ojos vendados, iba clavando sus proyectiles en las papeletas de los ganadores.