Incentivo primaveral en Japón
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El requisito del cliente para el itinerario era que reflejase los contrastes del Japón tradicional y el moderno así que se combinaron las ciudades de Kioto y Tokio. Se empezó por la primera y por conocer la historia de la antigua capital japonesa: el Templo Dorado Kinkaku-ji, el Castillo Nijo y un mercado para degustar la gastronomía típica. La tarde fue libre para recorrer el paseo de los poetas con los cerezos en flor o pasear por el barrio de Gion donde se puede ver a alguna mayko (aprendices de geisha). Durante el segundo día en Kioto se visitó el santuario sintoísta de Inari Shine con sus paseos de columnas rojas y el templo budista Kiyomizu dera. Un consejo para evitar las aglomeraciones de turistas es madrugar.
A Tokio en tren bala
En este tren es todo rápido, incluso la parada en la estación que es únicamente de dos minutos. Del grupo de 200 personas no quedó nadie en tierra gracias a la que la famosa organización japonesa (también hay que decir que las maletas viajaban por carretera lo que supuso un ahorro de tiempo). La primera imagen de Tokio, con riadas de gente circulando aceleradamente en todas las direcciones y en perfecto orden, llama la atención. Pero tal y como dice el refrán «allí donde fueres, haz lo que vieres «así que el grupo consiguió llegar hasta los autocares que esperaban para llevarles al hotel en Odaiba en perfecto orden. El grupo subió a la torre más alta de la ciudad: la Sky Tower, para apreciar las dimensiones de la urbe. Después, fueron al templo de Sensoji en Asakusa y deambularon por sus alrededores repletos de comercios y de callejuelas con el sabor del viejo Edo. La mañana se completó con la visita al barrio de Ginza y los jardines del Palacio Imperial y una comida en los restaurantes teppanyaki (se dividió al grupo para que pudieran disfrutar de esta forma típica de cocinar).
No podía faltar atravesar el famoso cruce de Shibuya o Scramble Kousaten, el cruce de calles más abarrotado del mundo entre rascacielos y luces de neón. Sus semáforos sincronizados en cuatro direcciones hacen que al detenerse los coches los peatones invadan a la vez el paso cruzando en una especie de cruz. ¡Pura inmersión tokiota! Tampoco faltó ir la plaza del perro fiel Hachiko, pasear por el barrio de Omotesando donde degustar un café en los locales de la zona o donde hacer algunas compras… Despidieron el país con una cena japonesa, vestidos con la yukata.