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¿Qué puede aprender el mundo de los eventos de la Semana Santa de Sevilla? 

¿Qué puede aprender el mundo de los eventos de la Semana Santa de Sevilla? 

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Más allá de su raíz religiosa, la Semana Santa de Sevilla es una de las manifestaciones culturales más potentes de España. Es tradición, es arte, es historia… pero, sobre todo, es una experiencia diseñada para emocionar. Y ahí es donde quienes trabajamos en eventos podemos detenernos y aprender. Un evento milenario que sigue impactando a locales y visitantes, generación tras generación. ¿Cómo lo consigue? ¿Qué podemos aplicar de ella a nuestras propias producciones? Aquí te lo contamos.

Storytelling como alma de la experiencia 

Todo gira en torno a una historia: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Cada paso, cada imagen y cada cofradía forman parte de un gran relato que se vive en capítulos a lo largo de la semana. Los imagineros (artistas que esculpen las imágenes religiosas) buscan transmitir emociones humanas reales: dolor, compasión, esperanza. Todo tiene un porqué y un orden narrativo: los Crucificados salen antes que el Santo Entierro, que a su vez precede al Resucitado. Todo forma parte de una gran historia que se cuenta para alcanzar unos objetivos. Como vemos, desde hace ya mucho tiempo se diseñan experiencias con un storytelling claro. Haz que cada momento aporte al relato que quieres contar y al propósito final. 

El reto logístico: una ciudad entera como escenario 

Durante una semana, más de 60 cofradías toman las calles de Sevilla, con cortejos que pueden reunir miles de penitentes cada uno. Todo esto ocurre en una ciudad que sigue funcionando, donde hay que garantizar la seguridad, la movilidad y la convivencia. La coordinación entre hermandades, cuerpos de seguridad y administración pública es clave para que todo fluya y supone un gran reto logístico. La ciudad se coordina cada año para que todo funcione esta semana. La logística es invisible cuando está bien hecha. Nuestro trabajo como organizadores también pasa por coordinar, anticipar y trabajar en equipo para que el público solo vea lo que creamos, la magia. 

Un evento que pertenece al lugar 

No se puede entender la Semana Santa sin Sevilla, ni Sevilla sin su Semana Santa. Los olores a incienso y azahar, los sonidos, marchas, saetas e incluso el silencio, la arquitectura y hasta la luz juegan un papel en esta gran función. Tal y como hemos visto en ejemplos más actuales como los JJ.OO. de París, las ciudades se sirven de los eventos para identificar el destino con los valores que estos transmiten. La Semana Santa lleva estando ligada a la ciudad de Sevilla de forma permanente desde hace siglos y la identifican con los valores cristianos, barrocos y con un folclore que, si bien se celebra en muchas ciudades del mundo, cuenta con códigos y características muy genuinas. Además, al igual que pudimos ver en las olimpiadas (que utilizaron los monumentos más característicos como “decorado” para sus competiciones), la mayoría de las cofradías deben recorrer la “Carrera oficial”, un recorrido por la parte más característica del centro de la ciudad que utiliza como postales lugares tan emblemáticos como el Ayuntamiento o la Catedral, de esta manera la icónica Giralda siempre es espectadora privilegiada de todo lo que por allí sucede. ¡Y esto gusta! En 2024, la ciudad recibió aproximadamente 4,8 millones de visitantes durante este periodo, que se constituye como uno de los eventos más multitudinarios de la ciudad junto a la Feria de Abril. Cifras que certifican que los eventos suman a los destinos y a su desarrollo.

Aprendizaje experiencial: una función didáctica original 

En su origen, las procesiones buscaban enseñar la Pasión de Cristo a una población que no sabía leer. Esto era especialmente importante en un contexto donde la liturgia se realizaba en latín y el acceso a las Escrituras estaba restringido. El impacto visual de las procesiones servía como una forma efectiva de evangelización y persuasión, acercando los contenidos religiosos a todos los estratos sociales. Aún hoy, constituyen una manera efectiva para transmitir tanto a los que creen como a los que no. Para unos tiene una función litúrgica y para otros, puramente cultural. Tal y como ya te contamos, el aprendizaje ligado a la experiencia es más fácil de recordar y entender. Enseñar no es solo informar, es causar algo en el que aprende.  

Título: Manuel Cabral Bejarano, “Procesión del Viernes Santo en Sevilla”. Fuente: Universidad de Almería

El primer evento inmersivo de la historia 

Mucho antes de que habláramos de eventos inmersivos, la Semana Santa ya lo era: luces, música, imágenes, olores, multitudes… Todo apela a los sentidos. Solo imagínate delante del Gran Poder mientras pasa por su calle homónima, estás en las primeras horas de la Madrugá y 35 costaleros lo mecen ante ti para que parezca que camina sobre las cabezas de los espectadores (vista), sientes en el momento un olor penetrante a incienso (olfato) mientras la multitud que allí se congrega va quedando en completo silencio a su paso (oído). En ese momento entre cientos de personas solo puede observarse lo que pasa encima del paso y la escena se carga de solemnidad de manera inmediata. Cada hermandad tiene su idiosincrasia, algunas reparten caramelos o estampas, otras no pueden interactuar con el público, algunas llevan estridentes bandas de cornetas y tambores, otras realizan su estación de penitencia en completo silencio. Sin embargo, todas atajan a los sentidos de los fieles asistentes que acuden cada año a verlas, creando una experiencia de la que sin saberlo los organizadores hemos aprendido. 

Involucra al asistente y crea comunidad 

Las emociones que genera la Semana Santa no se explican solo con fe o tradición. Se explican porque quienes la viven se sienten parte de algo más grande. Hay ritual, comunidad, historia y emoción. Un ejemplo de ello son las petalás, unas expresiones de devoción que no forman parte del protocolo oficial de las Hermandades en las que se tiran pétalos de flores sobre el paso. La preparación de una petalá además es un acto colectivo que involucra a vecinos y devotos. Se recolectan y deshojan flores, se almacenan los pétalos en cajas y se distribuyen entre los participantes que, desde puntos elevados, los lanzan al paso de la imagen. Otra forma de interacción son las saetas, cantos dedicados a las imágenes que se hacen desde los balcones. Se interpretan de manera espontánea y sin acompañamiento musical y expresan un lamento profundo y una oración cargada de emoción y devoción. De esta manera los fieles pueden participar en la celebración aportando una expresión artística más que se une al conjunto y, por tanto, forma parte de él. 

Pero la manera más plena de ser partícipe de esta tradición es la pertenencia a una Hermandad, que son asociaciones religiosas de fieles que tienen como objetivo rendir culto a una imagen concreta. La “vida de hermandad” no solo se limita a participar en las procesiones durante la Semana Santa, sino que involucra al hermano en actos y actividades durante todo el año. Y aquí viene el último aprendizaje: Crea comunidad y fideliza a tus clientes durante todo el año. Como hemos visto en otros ejemplos, los eventos que calientan motores mejoran la afluencia de público y fidelizan al asistente. 

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