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Las tribulaciones de un español en China

Las tribulaciones de un español en China

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 Un año más acudimos a nuestra cita con el mercado asiático y asistimos a la feria CIBTM. Como en esta ocasión Lynn Wong, la más oriental de la familia eventoplus no podía acudir, en pleno final del agosto ibérico me "tocó" a mí viajar a Beijing. Confieso que a pesar de haber viajado en muchas ocasiones a diferentes destinos de Asia, no había puesto aún el pie en China. Y tan solo ahora estoy empezando a comprender algo de la transformación que está sufriendo el país más poblado del mundo.José García Aguarod

China es demasiado grande y los cambios van a un ritmo demasiado rápido para en unos pocos días tener algo más que la somera impresión de que algo en el reparto de poderes del planeta está cambiando para siempre. Y nos afectará, y ¡de qué manera!

¡Oh!, es cierto, ¡no hay vuelos directos a China desde Barcelona! ¿Y desde Madrid?, tan solo Air China que vuela un par de veces por semana

Agosto, Barcelona, calor y colas en el consulado chino, donde me ponen cara extraña al solicitar un visado como periodista y me hacen esperar un par de horas mientras alguien repasa las hojas de mi pasaporte y pone sellos en documentos. Tasas pagadas, visado en el bolsillo. Faltan los vuelos. Oh, es cierto, ¡no hay vuelos directos a China desde Barcelona! ¿Y desde Madrid?, tan solo Air China que vuela un par de veces por semana.

Una vez más tenemos que pasar por los aeropuertos europeos de conexión cuyas compañías aéreas sí han comprendido que hay que trabajar con el mercado más poblado del mundo.

Al final, un vuelo de Air China vía Frankfurt me lleva a Beijing. Aterrizo en su gigantesco aeropuerto, y empieza una sensación que me acompañará durante todo el viaje: que aquí las cosas están funcionando muy bien, la gente es eficiente, incluso los policías de inmigración son simpáticos… Aún dentro del aeropuerto, en el primer cajero automático con que me topo, al sacar mis primeros yuanes me encuentro una tarjeta de crédito descuidada y en segundos me indican donde estaba la oficina «Lost & found» del aeropuerto.

En cuanto me siento en el taxi y le indico al taxista el nombre y dirección del hotel (que me había impreso en caracteres chinos), me doy cuenta de que Beijing es enorme para los estándares europeos. Verdaderas autovías de 10 carriles cruzan la ciudad en todos los sentidos y el tráfico es intenso y desordenado. Se tarda mucho en cualquier desplazamiento, y los lugares están muy alejados unos de otros, y esto es un problema a la hora de planificar un incentivo.

Orientarse, en cambio, es fácil, pues toda ella sigue escrupulosamente una cuadrícula que se apoya en los cuatro puntos cardinales y que partiendo de la Ciudad Prohibida en su centro, va expandiendo la ciudad en las cuatro direcciones.

Beijing cuenta con una muy extensa y eficiente red de metro que cubre una buena parte de la ciudad y que puede ser una alternativa para desplazamientos privados o de pequeños grupos. Además, el ritmo al que están ampliando la red es impresionante, inaugurando una línea nueva por año. La señalización del metro es perfecta y todos los nombres de las estaciones están también escritos en pinyin, la transcripción occidental de los caracteres chinos.

Los taxis también son numerosos, pero al tomarlos nos enfrentamos a otro de los

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