La luz, alimento para el cerebro
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De igual manera, permanecer durante muchas horas en un espacio oscuro puede inducir a un estado de letargo y desánimo. Iluminar bien un espacio de trabajo o una sala de reuniones va a potenciar la energía de los asistentes; aunque si lo que queremos es facilitar la relajación y el networking nos irá mejor una luz tenue.
Existe incluso una disciplina, la fotobiología, que analiza la incidencia de la luz en nuestra salud, y desde luego los arquitectos hace tiempo que la aplican.
Solo hace falta echar un vistazo a algunos de los palacios de congresos que se han inaugurado en los últimos años para darse cuenta de hasta qué punto la luz es la auténtica protagonista a la hora de diseñar los espacios. (¿Quién no aprecia mejor un evento si es en el espléndido hall del Palacio de Congresos de Vigo o el Auditorio Alfredo Kraus de Gran Canaria?).
Como nos muestran las investigaciones en neurociencia y fotobiología, la intensidad lumínica y la calidad cromática de un ambiente afectan directamente al cerebro del asistente.
Cualquier escaparatista sabe que la luz intensa y brillante, estimula el consumo y sube las ventas. Un entorno luminoso adecuado, con luz biodinámica y luminarias de espectro total, mejora el estado de ánimo, produce alerta mental, aumenta las ganas de trabajar y estimula el buen humor.
Es vital también tener en cuenta las connotaciones psicológicas que tiene el color con el que vestimos la luz.
Los colores (te lo contamos en eventos Magazine 29) no nos causan efectos arbitrarios, sino que filogenéticamente los asociamos a fuentes de peligro o satisfacción.
La gente bebe más en entornos rojos porque el cerebro humano lo procesa como si fuera calor y da la orden de hidratarse.
En general, las luces amarillas favorecerán el brainstorming pero darán la sensación de