Incentivos: ¿la motivación es productiva siempre?
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En un experimento ideado por el psicólogo Kart Duncker se daba a varias personas una vela, una caja con chinchetas, unas cerillas, y se les instaba a clavar la vela en la pared sin que cayera cera en la mesa.
A los que les habían prometido un incentivo económico lo resolvieron en… ¡más tiempo que sus compañeros que lo hicieron sin la presión del incentivo!
La respuesta, cada vez más asimilada por las ciencias sociales (pero escasamente aplicadas por las estrategias empresariales) reside en que cuando se trata de agudizar la creatividad, el incentivo no funciona, al contrario, es más bien perjudicial porque entorpece el pensamiento.
Las recompensas condicionadas funcionan muy bien para tareas mecánicas, con reglas sencillas y objetivos claros, porque por su propia naturaleza concentran la mente en esa tarea.
Pero hoy lo que realmente importan son las habilidades conceptuales, creativas e intuitivas. Y para ellas, el incentivo puede ser contraproducente.
La motivación intrínseca es la que más funciona; el deseo de hacer cosas porque importan, nos gustan, son parte de algo importante… y la palabra clave es autonomía.
Pero dejaremos esta apasionante nueva perspectiva para otro Event Intelligence, no sin antes descubriros que el quid de la solución del reto de la vela está en la caja de chinchetas.