Forma un gran equipo
Compartir noticia
Escuchar
La esencia de un buen equipo se puede definir en tres rasgos principales: roles bien definidos, el número adecuado de componentes (de 4 a 6) y un deseo inminente de ganar.
La importancia de los roles
Cada persona es un mundo, con su personalidad y habilidades propias. Para que el grupo funcione, ambos factores deben unirse y complementarse con los de los demás. Los roles permiten que cada uno de los miembros del equipo tenga “su propia zona” delimitada por sus responsabilidades, y de la que se encarga personalmente. Algunos estudios han demostrado que los adultos necesitan tener una cierta sensación de autonomía, y en el caso del trabajo en equipo, el individuo necesita tener la certeza de que sus ideas y conocimientos pueden influir directamente en la buena dirección del grupo.
Cada miembro debe sentirse seguro a la hora de “entregarse” a su equipo: por tanto, hay que evitar que los componentes se encuentren compitiendo entre ellos por los mismos recursos. La gran ventaja del rol es que permite que cada persona desarrolle su propia habilidad de la mejor manera posible, y de ello se beneficiará todo el equipo.
La competencia es la reina
¿Cómo motivar al equipo? Una amenaza inminente es una buena manera de alentar al grupo. “Mejor que gane nuestro equipo que otro”. Ese es el espíritu deseado para lograr buenos resultados: ser mejor que la competencia.
El compromiso del equipo está directamente relacionado con el grado de motivación de los componentes en relación al resultado global. Su motivación será menor, sin embargo, si sacamos a cada miembro de su propia “área de control”.
En una actividad de team building, la verdadera competición empieza cuando el equipo se siente amenazado por otros; es entonces cuando el grupo se unirá y estará abierto a toda la información necesaria con el fin de lograr su principal objetivo: ganar. El trabajo en equipo se intensifica cuando los participantes desean formar parte del equipo ganador. De hecho, diversos estudios confirman que el profesional medio desea ser ganador. Sin una amenaza directa e inmediata las personas no sienten la necesidad de dar el máximo de si. En caso de que no existiera amenaza clara, otra opción es establecer objetivos específicos para cada miembro del equipo, que sumados resulten en la misión a lograr.
Si alcanzamos nuestros objetivos, ganamos – si no, perdemos.
A tener en cuenta…
Definir roles específicos para cada miembro del equipo; los incentivos que se ofrecen deben motivarles a superarse.
Cinco miembros en un equipo es una buena cifra, aunque dependerá de la actividad o proyecto a realizar. En caso de más componentes, establece protocolos de comunicación y colaboración para que todo el mundo esté bien conectado.
Y recuerda: si no existe una “amenaza inminente” para el equipo, crea una. Objetivos específicos, misiones concretas, tendrán el mismo efecto. El deseo de ganar hará el resto. Ten en cuenta que la competición es la clave. Así pues, por qué no dividir un grupo grande en dos para que compitan entre ellos.
Dales un motivo para estar unidos y trabajar al unísono.
Un gran equipo resulta de formar a sus componentes para ser buenos compañeros de equipo y desarrollar sus habilidades lo mejor posible.