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Compensación ¿pagamos por contaminar?

Compensación ¿pagamos por contaminar?

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Cristina Munoz
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La compensación de la huella de CO2 (y el resto de GEI) ha pasado rápidamente en los dos últimos años (especialmente criticada en la última COP de Sharm El Sheij el pasado noviembre) de la milagrosa solución que podía salvar el planeta a ser revisada con especial dureza por los propios organismos internacionales. Contaminar sin control con la conciencia tranquila porque luego podemos compensar ilimitadamente es uno de los focos de green washing más preocupantes de las empresas, con incongruencias como que Tesla venda sus cupos de contaminación, o que se convierta en regalo de boda que compense los vuelos de los cientos de kilómetros en avión de tus 250 invitados para sentirte mejor. Dicho esto, compensar se convierte en la última opción por la que deberías decidirte, pero necesaria en el caso de que hayas agotados todas las demás opciones, por eso es importante que estés bien informado de a dónde va ese dinero y si realmente está cumpliendo su objetivo.

La compensación de tu huella puede hacerse de muchas formas (y muchas empresas que pueden ayudarte), pero es muy habitual optar por una acción que tenga bastante visibilidad para la comunicación de las empresas organizadoras del evento. Una de ellas es la plantación de árboles, una de las formas que más puede favorecer un green washing importante si no te aseguras de que vas a ir más allá de poner un plantón y hacer unas fotos, o apadrinar árboles por email. “En realidad la reforestación no es lo más importante, plantar árboles sin más no es eficiente”, explica Eva Rosado (Exploramas). En realidad, se trata de un largo proceso en el tiempo, a veces con poca visibilidad, y en el que es habitual que se impliquen varias emprensas compensadoras.

Primero hay que catar el suelo, analizar los nutrientes que se necesitan, crear las supersemillas que van a ser más eficientes, y acabado este proceso que pueden ser meses, pasar a los plantones. “Solo el proceso de nutrir los suelos absorbe una enorme cantidad de CO2 (entre un 12 y el 15% más que los árboles) porque crece muy rápido, crean un palmo de manto verde y amarillo que regenera el suelo también en términos de biodiversidad favoreciendo nueva vida, como lombrices, etc. En este proceso se depende de la lluvia, por lo que la reforestación es un largo proceso”.

Y, ahora viene lo interesante, cada vez más empresas se implican en solo alguna de las fases o bien de forma periódica en un proyecto de vida. “Posiblemente muchos de esos árboles no los verán crecer en la vida, su compromiso es firme y a largo plazo, implica a de forma transversal a toda la empresa por ciclos. Hemos creado un bosque en Nijar formado por cuatro empresas y un centro de estudios técnicos deportivos que han trabajado en el sistema de riego, por ejemplo”. Finalmente, es importante que la creación de un bosque se integre en un proceso de economía circular en el destino: no es un evento efímero, es un proyecto que ha de implicar a agentes locales, instituciones, proveedores locales, grupos de interés, ciudadanos, etc.

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