Cómo leer un discurso sin que se note
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Pon música al discurso: un discurso debe excitar, motivar y para ello es fundamental la entonación. En un discurso corporativo no buscas que el cerebro de las personas entren en un estado de introspección como buscan las religiones en los rezos, buscas que el público esté atento y para esto necesitas ayudarte de la entonación, si no quieres dormir a los asistentes.
Mira al público y que hablen tus manos: establecer contacto con la gente. En una sala grande es obvio que no se puede establecer un contacto visual con todos los asistentes, por eso está bien mirar hacia el público que tienes a tu derecha, al del centro y hacia el del lado izquierdo. Además, el lenguaje gestual deberá acompañar al mensaje. Olvida eso de que el lenguaje corporal es mucho más importante porque el mensaje es importantísimo junto a la entonación y la comunicación gestual.
Define los actos de tu discurso: estructura por partes el discurso, de una manera narrativa, que se pueda comprender de manera estructural.
Empieza identificándote con tu audiencia: algunos de los discursos que han pasado a la historia usaron este consejo. «Yo también soy berlinés» dijo el presidente Kennedy en su visita en 1963 a un Berlín ya dividido y desmotivado. Steve Jobs en su discurso en la Universidad de Stanford también comenzó identificándose con los estudiantes. Otra opción es la de empezar con una anécdota.
Contar historias: las historias quedan en la memoria, los datos no, porque son abstractos. A la hora de explicar en una asamblea corporativa una memoria etc. está bien hacerlo a través de historias reales vividas.
Todo buen discurso se vale de técnicas milenarias: como la anáfora, que sirve para que el mensaje quede claro, además de que aporta ritmo al discurso, las triadas, la antítesis o recordar a los clásicos.