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¿Deberíamos cambiar nuestro foco en temas de sostenibilidad?

¿Deberíamos cambiar nuestro foco en temas de sostenibilidad?

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Eric Mottard
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Si alguien dudaba de la seriedad y de la urgencia del cambio climático habrá tenido, este verano, más que suficientes motivos para acabar de sentir en su carne su realidad. Y cualquiera que pensara que la sostenibilidad se quedaría en un tema secundario, estético o teórico para la sociedad, se estará empezando a plantear que es imposible que la presión en las empresas y en las personas no se acabe haciendo mucho más real que lo que (seamos francos) ha sido hasta la fecha. Pero… ¿dónde está nuestra guerra exactamente, en las mil causas que tenemos que abrazar? The Economist nos da una pista probablemente relevante. Eric Mottard

Hace un año, os traía este artículo donde la publicación Nature explicaba detalladamente el impacto de un evento. Y decía que, si muchas dimensiones de un evento impactan en el planeta, hay un (triste) ganador por goleada: el transporte para ir hasta el evento. Míralo, es un análisis científico detallado, como tendríamos que hacer más a menudo.

Este año, otra publicación internacional me ha hecho pensar. En una brillante argumentación como siempre, The Economist explica en esencia que las letras ESG (medio ambiente, social, gobernanza, es decir las tres grandes dimensiones en las que una empresa tiene que “portarse bien”) confunden y hacen perder el foco. Cada una de estas letras esconde múltiples impactos posibles, a menudo que compiten entre ellos. Una empresa que protege el empleo (social) hace algo bueno, aunque destroce un poco el planeta. Una empresa muy transparente en su forma de trabajar y que rechaza la corrupción (gobernanza) es buena en la G sin serlo necesariamente en las otras letras. Incluso, dentro de cada letra, puede pasar lo mismo: una empresa que quita el plástico de su actividad parece buena… pero quizás quema el Amazonas para generar sustitutos de maíz para ello. En fin, ves la idea: si se juzgan las empresas sobre decenas de variables, cada una podrá salir bien en la foto eligiendo unas dimensiones positivas. La falta de enfoque dificulta la exigencia.

Aquí llega la segunda parte de la argumentación: según la veterana publicación, tenemos que enfocarnos en la E, la protección del medio ambiente. Pero aquí también falta enfoque. Si dejo de imprimir el programa de mi evento en papel o pongo lanyards de maíz, ¿me habré portado bien, aunque mi escenografía consuma la misma electricidad que un pequeño pueblo entero? Según The Economist, la E se tiene que centrar en una dimensión, que ha hecho arder el planeta este verano: las emisiones. La generación de CO2 es según ellos la urgencia absoluta. Todo el resto se tiene que cuidar, sin duda, pero si “the house is on fire” como dice Greta, es por las emisiones.

Y aquí llega la verdad incómoda: el corazón de los eventos es a menudo el hecho de hacer viajar a la gente de A a B, o bien muy lejos, o bien mucha gente. Y si bien el transporte está mejorando a nivel de emisiones, sigue siendo como vemos en el artículo de Nature, nuestro gran problema. El transporte aéreo acabará siendo neutro en carbono, pero tardaremos unos 20-30 años para ver esta revolución. Y tenemos que saber que más allá de salvar el planeta, el mantenimiento de nuestra actividad requiere afrontar y cuidar este punto. Me cuesta pensar que mañana alguien no querrá ir a un evento porque hay botellines de plástico, pero el hecho de que se vea poco responsable la combinación de vuelos, taxis y buses, no es imposible. Así que, como sector, cuidemos los lanyards, los botellines, los decorados… pero no nos centremos en esto: las emisiones son donde tenemos que mejorar más. La compensación no es una vía perfecta (mejor no generar que compensar), pero sí es una opción que tendremos que considerar.

Obviamente está la otra cara de la moneda: nos tenemos que reunir, esto permite innovar, motivar equipos y estimular la actividad de las empresas, traer desarrollo económico a otras zonas, y solucionar grandes problemas (la misma COP no deja de ser una reunión probablemente imposible a distancia, ¡qué ironía!). Pero cuando el planeta arde, literalmente, el cuidado de nuestra generación de CO2 es una tarea urgentísima. Y nuestro principal talón de Aquiles. Creo que todos, este verano, nos hemos planteado que algo tiene que cambiar, no solo por parte de los gobiernos, sino en nuestra actividad personal y profesional. Las emisiones merecen más atención que los botellines, aunque hoy tengan menos.

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