¡Arrepentíos pecadores!
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Hermanos y hermanas, sentaos y estad atentos, empieza el recuento, y no es bonito. Por cierto, más allá del humor, están escondidas una serie de cosas que sí, tendríamos que mejorar así que tomemos esto como humor constructivo.
- Hablamos de meeting design como si todos fuéramos expertos en esta nueva ciencia, cuando, seamos francos, nadie sabe realmente lo que significa esto del meeting design más allá de poner un puf en una sala de reunión o un graphic recorder (sabes, esta gente que dibuja en directo los conceptos que se comunican, creando un dibujo muy bonito que nadie entiende y que se tira al final del evento…). Vamos de guay por el mundo diciendo que hacemos “meeting design” porque suena mejor que decir que ponemos sillas en salas y montamos atriles, pero es todo un bluff. Las máximas autoridades no podían aceptar esta perversión de nuestra alma.
- Ni sabemos decir lo que hacemos. Si en 2020 todavía tu cuñado no entiende exactamente lo que haces, quizás no es solo que tu cuñado es tontito (que también, ya sabemos…) sino que no tienes muy claro lo que haces tú mismo o que no has dedicado mucho esfuerzo a esta cosa básica de definir lo que aportas. Una profesión del mundo de la comunicación que en 2020 se ríe todavía del hecho de que la gente no entiende lo que hace y que todavía escucha “ah, organizas fiestas” en cenas familiares, tiene que cuestionarse a sí mismo. Esta falta de preocupación nuestra ante nuestra esencia y nuestro valor sin duda merecía la más absoluta ira divina.
- Hemos dañado nuestro planeta. Vale, es cierto, hemos hecho unas reforestaciones y pintado algunas escuelas, y estamos contentos de poner un aviso en nuestras firmas de email “piensa en el medio ambiente” (la forma más fácil de sentirse un salvador de la humanidad), antes de tomar nuestro 4×4 y pedir a la empresa de audiovisuales que pongan unos focos más y al catering que el solomillo sea gordete y que ni un vasco se pueda quejar de que le falta comida. Resultado: un festín de Babette en cada evento, y contenedores de basura poco selectiva todavía en demasiados eventos. Así que no nos tiene que sorprender que Madre Tierra, dolida, haya decidido castigarnos a lo bruto: creando un virus que prohíba absolutamente los eventos, sus decorados tirados, su moqueta quemada, sus bufetes indecentes. De hecho para mostrar que su ira era contra nosotros: ha enviado el virus justo a tiempo para dinamitar nuestra joya de la corona, el MWC.
- Somos vanidosos (y nos odiamos un poquito). Piensa en tu papel (¿espacio? ¿agencia? ¿proveedor? ¿cliente?). Luego ponte una nota de profesionalidad a ti mismo, y otra a los otros colectivos. Apuesto que te has puesto un 8 y a los otros un 3. Si eres cliente piensas que las agencias quieren facturar su comisión cada vez que se contrata una botella de agua; si eres agencia piensas que los clientes se divierten haciéndoos trabajar para nada en concursos y cambiando briefings a medio camino para fastidiar. Si eres proveedor, piensas que lo que queda para tu presupuesto es un escándalo (si eres audiovisual piensas que todo va al catering, si eres catering piensas que todo va al espacio, etc.). No es un trastorno propio de los profesionales de eventos de hecho, todos tendemos a considerarnos como competentes y los otros actores de la cadena de valor como impresentables, obsesionados por cobrarnos demasiado sin aportarnos valor, o al contrario por no pagar lo que les ofrecemos y que sí aporta valor. Amaos unos a los otros, nos dijo el ser supremo, cabe reconocer le hemos fallado. Resultado: tenemos el Corona Virus.
- Hemos sido conservadores. Dios nos había enseñado que la tradición está bien pero que el mundo ha cambiado desde el jardín de Eden y por tanto teníamos que pensar en mover adelante. Pero no hemos escuchado, y seguimos viendo en nuestros eventos mesas presidenciales, vinos españoles, sesiones de Q&A donde solo toman la palabra gente que quiere lucirse, discursos de autoridades que nadie escucha y matan el dinamismo de la comunicación antes siquiera que haya empezado. Y que tener una app del evento en seguida hacía de nosotros unos genios de la innovación. Nos merecemos plagas de langostas por seguir comunicando demasiado a menudo como en el siglo XX.
- Hemos pedido (o dejado pedirnos) “acciones virales”. Que una reunión de briefing pueda incluir estas dos palabras sin que el cliente se muera de vergüenza y la agencia se tire por la ventana denota una falta de estrategia y sentido común (además de una obsesión por los likes más que por una estrategia y mensaje bien pensados) que merece que seamos fulminados por relámpagos al instante. Por suerte, el Muy Grande en su sabiduría, nos envía solo un virus.
- No hemos respetado el trabajo sagrado del otro. Como en un todo incluido de Punta Cana, en un sector en el cual todo es gratuito, hemos pedido con alegría un sinfín de propuestas para ayer, a un sinfín de actores, empezando con los concursos masivos hasta peticiones de render y diseños a montadores de stands y empresas de audiovisuales. Hemos olvidado que el domingo era un día de descanso sagrado y no hemos dudado a pedir modificaciones en la propuesta un viernes por la noche para el lunes a primera hora. ¿Cómo podíamos pensar que por muy misericordioso que sea, nuestro Padre a todos iba a perdonar esta falta de respeto por el otro? Con un virus nos tenemos que sentir agradecidos. Las siete plagas de Egipto hubieran sido un justo castigo.
- Hemos torturado a los técnicos. ¿No nos han dicho que la consideración por otro humano era un deber sagrado? ¿Cómo casamos esto con el hecho de decir al equipo de audiovisuales que tienen un día para montar algo que requiere 24 horas plenas de trabajo (la solución matemática a esta enigma es bastante sencilla, por cierto, pero no muy positiva para la salud del equipo de montaje…)? Hemos tratado a los equipos como esclavos judíos en Egipto. Un temible castigo nos tenía que caer encima.
Ahora, que quien nunca ha pecado… ya sabes. Desde Grupo eventoplus, lo sabemos muy bien, hemos pecado tanto que el Poder Celeste nos ha castigado en nuestros Premios hace 4 años con unas lluvias no vistas desde el diluvio, cayendo ranas, truenos y relámpagos en una noche bíblica (en la cual los servicios terrenales de meteorología no anunciaban lluvia, indicando así el carácter divino del castigo). Nos habíamos portado mal, combinando probablemente varios de (¿todos?) los pecados indicados aquí arriba.
Ahora, en serio. Mucho de esto es broma. No dejamos de ser un sector increíble, que hace mil cosas maravillosas, crea magia, ha mejorado mucho su dimensión responsable, y hace 1000 eventos con mucha innovación. Pero quizás detrás de cada uno de estos “pecados” que indico aquí, hay algo que podemos mejorar. Intentemos mejorarlo cuando vuelvan los eventos. Si nos podemos ahorrar otra pandemia, habrá valido la pena :).