5 consejos para un viaje de incentivo perfecto
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No al café para todos
De la misma forma que en marketing y comunicación se ha pasado a una segmentación de su audiencia para lograr mensajes personalizados, la motivación dentro de las empresas tiene que estar alineada a las expectativas puntuales de las personas a las que va dirigido el incentivo. La fuerza de ventas hace tiempo que ha evolucionado hacia un perfil de vendedor/asesor para el que ya no es tan importante lanzar mil argumentos al cliente sino entender sus necesidades basándose en la observación, el análisis y la escucha activa. Se ha pasado del vendedor chistoso y ocurrente a un perfil más analítico, sin miedo a relacionarse, a personas más proactivas que reactivas. Es un tipo de persona al que le gusta la novedad y la diferenciación, y al que es importante sorprender y satisfacer en sus expectativas de experiencias singulares. Analizar los perfiles y personalidades que compondrán el grupo puede ser un elemento clave a la hora de diseñar el viaje con guiños a la carta para una experiencia personalizada.
Cuanto más largo mejor
La expectativa creada por la promesa de excepcionalidad de un viaje de incentivo es un arma de doble filo. Si no la alcanzas con un programa realmente excepcional puede que la inversión (y los viajes de incentivo no son baratos) no haya merecido la pena, es más, que se consiga el efecto contrario, la frustración de los participantes. Y parece que en ese sentido de la ‘excepcionalidad’ mayoritariamente las personas la asocian a un viaje de larga duración 5-7 días y un destino lejano, como una parte esencial del incentivo.
Pero sin largos momentos de viaje…
Extensos en el tiempo, pero sin muchas horas de viaje de un punto a otro. Aunque es difícil de compaginar el llevarlos a destinos únicos, muchos de ellos exóticos y por tanto alejados, es importante tener en cuenta la duración no solo del viaje, sino también de los traslados de una actividad a otra. Lo ideal sería no superar las cuatro horas de vuelo y evitar en lo posible largos desplazamientos por tierra, cambios de hoteles y vuelos locales.
Y con acompañante, un must
Tener una experiencia compartida ordinaria (incluso aburrida) es mejor que vivir una experiencia extraordinaria solo. Al vivir la experiencia con otras personas segregamos dopamina y adrenalina, lo que convierte esa experiencia en una memoria emocional de más valor y trascendencia. Si además esta experiencia es compartida con una persona especialmente valorada y afín a tus emociones, la vivencia es mucho más impactante. En este sentido, dar la oportunidad de vivir el viaje con un acompañante de su elección, es un plus y un factor de motivación e incentivo mucho más intenso.
Que sea fluido
Un factor importante de la percepción de exclusividad es la fluidez de la experiencia. Conseguir que la logística detrás del viaje no se note, que no haya momentos muertos, que toda fluya aparentemente sin esfuerzo debe ser uno de los retos de la organización integral del viaje.