3 claves para entender el cerebro de nuestros asistentes más jóvenes
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El último estirón… del cerebro
Parece que esa temporada en la que los adolescentes alcanzan los últimos centímetros de altura antes de la madurez coincide con el momento final de crecimiento del cerebro. Esta fase, conocida como maduración o poda, tiene lugar cuando parte de la materia gris del cerebro se transforma en materia blanca, aparecen nuevas conexiones neuronales y desaparecen otras que no se utilizaban, dando lugar a una reorganización neuronal que podría compararse con la poda de un árbol, de ahí el nombre. El cambio comienza en la parte posterior del cerebro, avanzando lentamente hasta la zona que se desarrolla en último lugar: la corteza prefrontal, que ocupa un tercio de nuestro cerebro y es la región donde se llevan a cabo procesos como la toma de decisiones, el control de impulsos o la valoración de riesgos. Seguro que ya os empieza a cuadrar todo un poco…
Estas funciones no están totalmente ausentes en un adolescente, simplemente siguen aún en un proceso de desarrollo, y esto implica que el comportamiento de la persona que atraviesa estos cambios está condicionado en todo momento por ellos. Es decir, los jóvenes cometen imprudencias, toman decisiones a la ligera y son increíblemente espontáneos y arriesgados. ¿Hay excepciones? Por supuesto, pero si eres organizador de eventos yo no me agarraría demasiado a ellas y tendría un plan de contingencia por si tus asistentes más jóvenes deciden hacer alguna locura…
Tumulto emocional
Pero además del alboroto que causa esta “inmadurez” de la corteza prefrontal, resulta que debemos combinar esta realidad con el hecho de que el sistema límbico, encargado de nuestras emociones, termina de desarrollarse mucho antes. Esto significa que al enfrentarnos a un adolescente lo que realmente tenemos delante es una persona cuyas acciones las guía su amígdala, y no su lóbulo frontal, lo que quiere decir que si nuestros invitados están en plena adolescencia, se dejarán llevar por sus emociones, y que éstas serán especialmente intensas al no verse reducidas por un sistema de control de riesgos o toma de decisiones. En otras palabras: no son los más jóvenes, sino sus cerebros, los que buscan nuevas experiencias, emoción a flor de piel, recuerdos imborrables…. Solo tienes que enamorarles con un poquito de innovación y valentía en tu evento.
La guinda del pastel
Y para cerrar la mezcla explosiva que es la mente de un adolescente, el lado más psicológico de este desarrollo concierne uno de los mayores cambios que atraviesa una persona en su vida: se pasa de la dependencia familiar al complejo mundo de las relaciones sociales. La persona que hace unos días daba la mano a su padre al cruzar la calle ahora la deja caer para no agarrarla igual nunca más. De hecho, el adolescente se aleja del núcleo familiar en la mayor medida posible para demostrar su independencia, y en su lugar intenta establecer relaciones cercanas con aquellos que atraviesan la misma fase vital y comparten la misma atracción por lo arriesgado y diferente.
¿Qué quiere decir esto? Si cuentas con adolescentes y padres en un mismo evento, sepárales todo lo que puedas, haz sentir a los más jóvenes que ellos tienen su propio espacio independiente y facilita las relaciones entre ellos con alguna actividad que implique riesgo, originalidad y un poco de rebeldía. Les tendrás en el bolsillo en cuanto crucen la puerta.